Soñando Perú

Tardes de domingo con historia

Yo no nunca tuve pueblo. Si acaso hubo uno cerca de Madrid donde vivieron mis abuelos maternos, llegaron allí después de la guerra pero, nunca fue el “pueblo”.

Mis abuelos paternos vivían en Madrid, allí nacieron ellos y también sus padres, en la capital también nació mi padre y sus hermanos y también en Madrid nací yo. Así que no, nunca tuve la sensación de pertenecer a un pueblo; incluso ahora, que desde hace unos 8 años vivo en uno, no he tenido esa sensación de pertenencia. Y en este año, he descubierto el significado de “ir al pueblo” incluso el sentimiento de pertenencia ligado a toda una comarca, Sayago. Y gracias al viaje por esas tierras descubrí la obra del antropologo José María Arguedas. Visitando la posada donde se alojó en Muga, mientras investigaba para su Tesis Doctoral, sentí la necesidad de conocer su obra literaria.

Y siento la necesidad de conocer y soñar Perú.

En esta mañana de domingo, casi sin haber amanecido, me imagino ruteando por el país andino, tal como él hizo allá por el año 1958 por tierras zamoranas.

Me sueño en Perú, protegiéndome del sol con un sombrero Liberta y para abrigarme en las frías noches andinas usare una “juyuna”, típica chaqueta de lana y, sobre la chaqueta, un colorido “paño”.

Me sueño adentrándome en la región de Ucayali para visitar las Reservas Indígenas de Mashco Piro, Murunahua e Isconahua y allí descubrir como es vivir en una “maloca”. Esas construcciones donde las tribus indígenas hacían rituales para limpiar el corazón de la comunidad y también para liberarse de los malos espíritus

Me he soñado formando parte del colectivo que brinda tributo a la Madre Naturaleza construyendo el Q’eswachaka o Puente de Cuerdas. Y aunque las mujeres no participan en la propia construcción si forman parte de la fiesta vistiendo sus coloridos ropajes. En tan especial ocasión hasta me imagino vestida con su típica falda que llaman “polleras” o “melkkhay” y, como no, con un hermoso sombrero rojo.

Deseo recorrer el Parque Nacional Alto Purús en la cuenca amazónica y saber más sobre lo que el parque supone, qué es o como se vive la llamada “carretera de la desesperanza”. Una carretera con unos a favor y otros en contra.

Me imagino sobrevolando los Geoglifos del desierto peruano de Nazca, donde admirar sus 800 lineas con decenas de metros de longitud, sus tres centenares de figuras geométricas y dibujos de animales, plantas y también figuras humanas y guerreros, todo ello con más de 1.500 años de antigüedad. Lineas dibujadas en las laderas de las montañas que arropan el valle de Palpa. Los investigadores nos cuentan que quizás pertenecen a las culturas Paracas y Topará.

Y ahora que la actualidad nos situá en la erupción del volcán de la Palma, me imagino la sensación al visitar el Bosque Petrificado de Chamana, consecuencia de una erupción de hace 39 millones de años que tuvo lugar al norte de Perú. Gracias a estos arboles se sabe que el bosque crecía cerca del mar antes incluso antes de que los Andes se elevaran.

Me encantaría recorrer el Cañón de Colca, donde habitaban los Collagua y los Cabanas; sus más de 4.000 metros lo convierten en el cuarto cañón más profundo de nuestro planeta. ¡Casi nada!.

Y quisiera detenerme en los pueblos situados en el Valle Sagrado, hablar con sus gentes y sentarme a admirar las ruinas de Pisac, sus templos, pozos, y sus cultivos escalonados. Llegar hasta Ollantaytambo donde los Incas usaban las terrazas en el terreno no para cultivar, lo hacían con fines defensivos.

Ponerme en camino para llegar hasta los 3.750 metros para recorrer el pueblo de Chincero, con sus casas de adobe resistiendo el paso del tiempo.

Y me encantaría poder pintar el paisaje de Vinicunca, la montaña que llaman de los siete colores, debe de ser espectacular, como espectaculares me imagino las islas de Uros, situadas en medio del lago Titicaca. Los Uros se construyeron para huir de los Incas, casas y embarcaciones están construidas con la “totora” una planta que puede medir hasta tres metros de longitud.

Y de las aguas que mantienen en flotación los Uros llegar hasta el Oasis de Huacachina, en la ciudad de Ica, allí descubrir el desierto con las dunas más altas del mundo rodeando una bella laguna de aguas esmeraldas.

Y estando en Perú visita obligada es llegar a Lima, no solo por ser la capital del país, también para pasear el barrio del Barranco y cruzar el puente de madera de los Suspiros. Recorrer la Plaza de Armas con sus edificios con balcones coloniales, y donde también se sitúa la Catedral de Lima . Seguramente me detendré a observar la fuente de bronce del medio de la plaza, es lo único que sobrevivió al terremoto del año 1.746 todo lo demás son replicas y reconstrucciones. Y es que se dice que ese terremoto llegó a 9.0 en la escala Richter. Y para terminar el día adentrarse en el barrio de Miraflores para degustar la rica gastronomía que ofrecen sus restaurantes.

Y dejo para el final la que algunos llaman la ciudad mas bonita de los Andes, Cusco, la ciudad situada en lo más alto. Primero me gustaría visitar Saqsaywamán, una fortaleza al norte de Cusco. Después llegar al templo del Sol, se dice que hubo un tiempo en que su suelo estaba cubierto de hojas de oro. Descubrir y admirar después la que llaman la piedra de los Doce ángulos.

Al igual que en Lima también recorrer su Plaza de Armas, por cierto, una vez allí probar el cuy asado, un plato típico de la región. Y en esta ciudad descubrir su mezcla de estilos arquitectónicos. ¡tan dispares!. Junto al andino, se puede admirar el barroco e incluso el mudéjar. Y que me dejen mucho tiempo para la visita al Museo Precolombino en la Casa Cabrera, alli nos esperan a quienes lo visitemos piezas de gran valor y con miles de años.

Desde Cusco me sueño poniéndome en marcha por el Camino Inca, que en unos cuatro días me acercaría a Machu Pichu.

Machu Pichu, fundada por Pachacuti o Pachacútec como también se le conoce, aunque su nombre era Cusi Yupanqui, una fabulosa obra de ingeniería a 2.450 metros de altitud, cincuenta años se tardó en construirla.

Una civilización, la Inca, que no conocía la escritura, tal como la entendemos ahora, pero si tenían a su alcance el “quipu”, una forma de comunicación no verbal para transmitir conocimiento. Un conjunto de cuerdas largas y principales, de ellas se colgaban otras mas pequeñas; las disposición de esas cuerdas auxiliares, su tamaño, el número de nudos o los colores componían el registro de acontecimientos históricos o hechos que se debieran recordar.

Y un idioma, el Quechua que serviría para transmitir, a los miles de trabajadores que levantaron la ciudad sagrada, las ordenes necesarias para su construcción, solo con piedras como herramientas, rodillos de madera y cuerda para mover los elementos constructivos. Se cumplia el sueño de Pachacuti de levantar esa gran ciudad sagrada.

Me gustaría conocer a las gentes indígenas del Perú, compartir con ellos tradiciones y descubrir su cultura, Quechua. Me sueño en Perú mientras leyendo Las Comunidades de España y Perú me vuelvo a situar en Sayago. Descubro que en Bermillo de Sayago se pagaba tributo por bicicletas, 15 pesetas por cada una y así el Ayuntamiento recaudaba en ese concepto 1.065 pesetas. En concepto de matanza domiciliaria la recaudación era de 14.000 pesetas, y así hasta llegar a un presupuesto, en 1958, de 262.014 pesetas.

Se acabó el sueño que sirve para una historia de tarde de domingos, Perú en mis sueños viajeros.

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