Lecturas viajeras

Viajando desde el conocimiento.

Hoy, cuando aún no he salido de la provincia de Cáceres, he recordado el libro que escribió Unamuno, Andanzas y visiones españolas, y que fue publicado por vez primera en 1922.

Mientras desayuno, he buscado en ese libro, lo tengo en mi Kindle, uno de los muchos subrayados que hice en su momento, en el capítulo Las Hurdes, esa comarca de la que Unamuno dejó escrito.
“Si en todas partes del mundo el hombre es hijo de la tierra, en Las Hurdes la tierra es hija de los hombres”.

Pues bien, en aquellos primeros años del siglo XX Unamuno visitó Las Hurdes y escribió:
“Rico, riquísimo, el que posee un borrico entero en uno de los pueblos pobres”
Cuando lo leí por vez primera pensé, cómo se imaginaba don Miguel que se poseen los burros?
Al pasar la página, entendí su aclaración primera, fue cuando leí:
“Contáronme que había veces en que al casar un padre a su hija (las bodas las hacen los padres cuando apenas son adolescentes los mozos) le daba de dote la pata de un asno. Es decir, una cuarta participación en la propiedad del asno, osea el poder disponer de él cada cuatro días alimentándole entonces. Y el novio iba la víspera de la boda a recoger helecho para la cama nupcial, la del rejollijo.”

¡Madre mía qué tiempos! Pensé entonces y pienso ahora.

Y es que al visitar un lugar, aunque lo conozca de antes, me gusta leer sobre lo que de esas ciudades, pueblos o parajes se escribió a lo largo de los años e incluso siglos. Es mi forma, nuestra forma de viajar.
Creo, sinceramente, que esa es la mejor forma de entender los lugares visitados, saber de su importancia en la historia. Conocer, de alguna manera, a sus gentes.

En este pequeño viaje, uno de los muchos que he realizado a la provincia de Cáceres, he vuelto a descubrir cosas nuevas.
Por ejemplo, he descubierto, que pequeños pueblos cacereños formaron parte de un Camino Real cuando las Cortes Españolas eran itinerantes, cuando se reunían en Guadalupe; por esos caminos pasaban los reyes y nobles.

De esos pueblos escribió, a mediados del siglo XIX, el periodista Rafael Monje. Lo hacía para describir el ajuar de una boda en un pueblo jareño en aquellas fechas. Uno de esos pueblos que un día fueron Toledo y hoy son Caceres.

“Una tarima de palos de roble, una jerga de paja de centeno, un colchón con 1/2 arroba de lana, sabanas de estopa, una serra de corcho para la sal y el pimentón, un mortero de palo, una mesa de corazón de encina, 4 sillas, un candil y una humilde vajilla.”
Leyendo esa crónica pienso qué sentirían aquellos vecinos viendo pasar por aquel camino que, pasando por el puerto de Arrebatacapas y junto al Hospital del obispo, llegaba a la ermita del Humilladero, ese lugar desde donde ya se divisaba el Monasterio de Guadalupe.
Aquellos vecinos de casas de pizarra y tejados de paja en las más pobres. Tierra de zahurdas repartidas por su término municipal, ese donde las colmenas de troncos huecos hacían posible una miel deliciosa. Aquellos vecinos veían pasar a la Corte con sus carruajes tirados por caballería. Por allí pasaban quienes tenían el poder, quienes mandaban.

Tierra de Extremadura, la que un día se llamó “Extremadura, del más allá del Duero”.
Tierra sin mar y cuna de conquistadores y navegantes.
Lugar elegido por Carlos V para retirarse y morir, en el monasterio de Yuste. Tierras donde también murió, en Madrigalejos, su abuelo Fernando II.
Tierra de dehesas Boyales, las que fueron dehesas de los Concejos, dehesas comunales.
Tierra de trashumancia, aquellas en que los pastores soñaban con Babia y sus filandones
Tierra donde la primavera es una explosión de color blanco. Desde el Valle del Jerte hasta el puerto de Tornavacas, los cerezos pintan el paisaje.
Tierra del pimentón de La Vera.
Tierra de secaderos de tabaco.
Tierra de cigüeñas negras y donde existe el único pueblo de España reconocido como Pueblo Europeo de las Cigüeñas, Malpartida de Cáceres.
Tierra de gargantas y torrenteras que cantan su sintonía por laderas.
Tierras de valles de belleza explosiva.
Tierra de castaños
Tierra de mujeres y hombres que nos brindan su hospitalidad y cariño.
Tierras…

Tierras para descubrirlas y vivirlas, donde el desayuno se alargó demasiado.
Ana Pose @subetealpaisaje

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