Meriendas campestres

Tarde de domingo con historia

“Concierto campestre” del pintor renacentista Tiziano año 1509. En ese cuadro el pintor nos muestra una mujer desnuda vertiendo con una jarra agua en un recipiente, otra mujer también desnuda toca la flauta, junto a ellas dos hombres vestidos, uno tocando un instrumento de cuerda y el otro mirando al primero, los cuatro en un bosque pasando una tarde en el campo.

Tiziano, en 1509 concierto campestre

Francisco de Goya pintó, allá por el año 1786, el cuadro titulado “Merienda Campestre”, se puede admirar en la National Gallery de Londres. En el se puede ver un mantel con los restos de una merienda. ¡Vamos una acampada en toda regla!

Goya 1786 Merienda campestre

El Impresionista Édouard Manet pintó en 1863 “Almuerzo sobre la hierba”. Lo podéis admirar en el Museo Orsay de París. En la escena pictórica se ve una figura femenina completamente desnuda, merendando en un bosque con total tranquilidad con dos hombres completamente vestidos.

Édouard Manet en 1863 Concierto en la hierba

El norteamericano Thomas Cole pintó 1846 el llamado Merienda Campestre. También Florine Stettheimer pintó en 1918 otra obra también llamada Merienda Campestre, esta última se encuentra en la Academia de Artes de Philadelphia, y muchos, muchos más pintores.

Quizás los pintores, durante todos estos siglos, han querido re transmitirnos la escena, en algunos casos, de gentes disfrutando al aire libre de selectos manjares, y otras veces de viandas propiamente campestres. Todo ello configurando un bodegón de naturaleza y gentes disfrutando del entorno.


Cuando yo era joven existía una publicación con las áreas recreativas de ICONA distribuidas por todo en territorio de nuestro país. Decir ICONA es nombrar al antiguo Instituto para la Conservación de la Naturaleza. Un organismo encargado de la conservación y el estudio de la naturaleza. Fue en 1991 cuando desaparece este órgano gestor y es sustituido por la Dirección General de Conservación de la naturaleza. Es desde entonces que las distintas CCAA que toman el control de los los lugares naturales de sus territorios.

Las áreas recreativas disponían de mesas y bancos; en muchas ocasiones también fuentes y, a veces, merenderos con bar o los llamados “quioscos” abiertos en temporada estival.

Normalmente estas instalaciones estaban situadas en lugares pintorescos y eran muchos los pueblos que veían como los fines de semana su población se incrementaba notablemente por familias que llegaban a pasar un día de campo.

Este tipo de salidas campestres se popularizo aun más con los primeros vehículos utilitarios que permitían a las clases medias emergentes llegar al medio rural y escapar de las entonces grises ciudades.

Con el llamado progreso, España ha tenido un ritmo distinto para determinados actos cotidianos y se ha tendido al encorsetamiento de esas actitudes de disfrute de la naturaleza, como si los que fuesen a embalses, ríos o montes a pasar un día de campo no tuviesen dinero para acudir a un restaurante.

En este nuestro país hace mucho que “la tartera” se asoció a las clases mas populares e incluso pobres. Sin embargo, es normal en países de nuestro entorno, algunos con gran diferencia, a su favor, en renta per capita, llevarse la comida de casa esté bien visto. Raro es el ingeniero o el arquitecto, por poner algún ejemplo, que no come en su empresa en los países escandinavos.

En España el ir a comer al bar, era un signo de que el trabajador tenia cierta holgura económica, quedando en la fabricas y comiendo “de tartera” él menos acomodado.

Lo mismo pasó en este país cuando comenzaron los primeros viajes de vacaciones en coche particular. La falta de infraestructuras de carretera hizo que parar a tomar un café o una comida fuese algo cotidiano, y cuando alguien llevaba la merienda para comer en el camino, poco más que se decía, “para eso yo no me muevo de casa”.

Desaparecieron los merenderos, donde la única exigencia, si que es que había alguna, era consumir la bebida del bar que lo regentaba. En definitiva, se asoció el gasto en restaurantes y bares con la calidad, dejando por tanto relegado el uso de espacios públicos para el descanso y el avituallamiento durante el viaje.

Quien ha viajado al extranjero en su autocaravana o vehículo particular, habrá notado como a partir de las doce del mediodía, los distintos lugares destinados a lo que los franceses denominan Pique Nique (merienda campestre) se llenan prácticamente al completo. No habiendo mesas y bancos para todos los que estacionan.

Es lo más lógico ver como del maletero de coches o garajes de autocaravanas se sacan mesas y sillas para disfrutar de la comida. Como lógico es ver hacer lo mismo a la puesta del sol, no solo en zonas de merendero, también en entornos naturales como una playa para ver la puesta del sol o como en un puerto pesquero para cenar mientras se ve regresar los barcos de faenar en la mar.

Por no hablar de países como Noruega, un país amigable con el viajero que dispone de infinidad de lugares para estacionar y disfrutar del entorno, de la naturaleza.

¿Qué ha pasado en nuestro país, para que tengas que conducir durante kilómetros y mas kilómetros sin que dispongas de un área recreativa donde poder parar a comer tu comida?

¿Qué ha pasado en este país para que en nuestros viajes por carretera solo podamos estacionar en gasolineras, donde la mayoría no dispone de lugares destinados a merendero?

¿Qué ha pasado en nuestro país para que una silla al aire libre cree tantos recelos?

¿Es quizás que quienes legislan nunca salieron de la piel de toro?

¿Tal vez la incultura viajera tomó como asalto “los despachos” encargados de legislar sobre el descanso en carretera?

Lugares junto a ermitas, a ríos o la sombra de una modesta chopera, a esos lugares llegaban los viajeros y extendían el mantel a cuadros y sacaban el termo y la tartera. Ahora, si no comes en un restaurante de carretera eres un turista de tercera.

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