El Texu de Bermiego

El tejo más viejo de España

¡Lo conseguí!

En una escapada por navidad a Asturias, pude visitar el Tejo de Bemiego, o como se conoce en el pueblo, el Texu l’iglesia.

Este árbol milenario compite con el de Fortingall, en Escocia, por ser declarado el más viejo de Europa. Lo que es seguro es que es el más longevo de España.

Se sitúa la población de Bemiego en la zona central de Asturias, a las faldas del Aramo. Un pueblo donde aún se conservan hórreos centenarios. Un lugar donde, para mirar la cima de las montañas solo hace falta levantar, levemente, la mirada.

El Tejo se sitúa junto la ermita de Santa Maria, que se construyó junto al árbol mítico asturiano. Lugar de encuentros y decisiones comunales desde los primeros pobladores.

Bajo su copa, que hoy extiende majestuosamente sus quince metros de envergadura, se enterraron difuntos durante siglos, eran ellos quienes alimentaban sus raíces y él, el TEJO, guardaba sus almas.

Admirar este ejemplar ha sido una alegría. De esos lugares que bien merece la pena conocer y sentir.

Ya de vuelta, cuando en el ascenso, dejo atrás la iglesia y,poco después, el pequeño cementerio, encuentro sentada una pareja de ancianos. Están aprovechando el sol de la tarde, que en el día de Navidad, se sabe corta.

Les saludo y su respuesta me da pie a comenzar una conversación, de las que más me gustan y disfruto.

Me cuentan que siempre vivieron aquí. Se conocen desde niños y su largo noviazgo acabó en boda. Ahora viven solos, cada día caminan, sin llegar al Texu: “Esa cuesta ya es mucho para dos viejos”.

Preguntan si me gustó el Texu y cuentan que fue su dispensador de golosinas. Mi mirada de asombro les lleva a explicar que solo es venenosa la vulva fermentada. Ellos siempre comieron el “moquillo”, así se llama el fruto del tejo. Un fruto como una pequeña cereza que aquí siempre comieron los niños.

Y me hablan también del majestuoso rebollo, Pando le llaman, también era un árbol singular del pueblo, ahora ya su tronco está hueco, imposible disfrutar de su copa que tenía un diámetro mayor que el Texu l’iglesia.

Y así, aprovechandome de la memoria de este matrimonio me entero que cuando emigraban las gentes del pueblo, también se despedían del Texu y del Rebollo y, hasta en algunas cartas, preguntaban, los que aquí nacieron, por los árboles que un día les dieron sombra.

Dejo allí al matrimonio, en ese banco que mira a su pueblo, con la mirada brillante tras hablar de su juventud, de otros tiempos.

Gracias a estas gentes del medio rural que han cuidado el patrimonio, también el natural y, en este caso, un gran tesoro.

Nota: En este viaje la visita fue conduciendo un turismo. Si subís con #autocaravana, la carretera tiene buen firme, tiene curvas bastante pronunciadas, de esas que obligan a meter primera.

A la entrada del pueblo, hay unas plazas de estacionamiento que pueden servir para estacionar mientras se ve el pueblo, por donde es imposible la circulación.

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