¿Nos escuchamos?

Nos faltan las tertulias

 

Un relato dedicado a la memoria de MI PADRE

Año 2020, el año de la maldita pandemia.

¿Nos escuchamos?

Nos faltan las tertulias.

«El café, escribiría don Benito Pérez Galdós, es como una gran feria en la cual se cambian infinitos productos del pensamiento humano. La mitad por lo menos de la historia española del último siglo se ha fabricado en los divanes de los cafés. Quitarles los divanes de los cafés al siglo XIX y ese siglo pasará a ser ininteligible». Y ¿Qué diría ahora el ilustre escritor?.

Ahora que no quedan tertulias, bueno algunos programas televisivos de forma maliciosa, se han apropiado del nombre pero, nada más tienen de parecido.

Hace años que es difícil encontrar tertulias en el amplio y puro sentido de la palabra salvo las escasas y monotemáticas tertulias literarias en alguna ciudad, el resto han desaparecido dejando huérfanos de ese espacio a muchos de nosotros que nos encantaría tener ese lugar de encuentro en el que intercambiar opiniones e ideas.

¿A vosotros no os gustaría tener un espacio así?

En Madrid, ciudad de la que hablaré porque nací en ella y mi padre, también gato, me descubrió que en las calles Segovia, Toledo, Alcalá, Arenal, Avenida de Los Jerónimos y como no, La Puerta del Sol, llegó a haber mas de treinta cafés. Algunos abrían sus puertas las 24 horas del día y eran lugares de encuentro de científicos, periodistas, políticos, toreros (curiosamente llamados maestros), literatos y que, sin duda, eran el alma cultural y, muchas veces, política de la ciudad.

Haciendo algo de historia cabe destacar que muchos de los que formaban parte de las tertulias mas acaloradas y ricas de matices en el Madrid de los últimos años del siglo XIX y principios del XX eran, en su mayoría, bohemios que tenían por domicilio habitual las casas de huéspedes, que usaban solo para dormir. Comer lo hacían casi siempre en una taberna o casa de comidas.

Donde verdaderamente vivían aquellos bohemios era en “el café”. Allí discutían sobre los divino y lo humano, allí muchos escribían, otros se enriquecían con las ideas de algunos ilustres y otros solo estaban de paso.

Ya en el año 1807 en Madrid, se inauguro el Café del Príncipe, en el castizo barrio de Las Letras, situado en la calle del mismo nombre. Estaba pegado pared con pared con lo que ahora es el Teatro Español y bien podría decirse que albergó, sino la primera tertulia de Madrid si, la mas nombrada en aquellos años, la Tertulia del Parnasillo.

Por cierto, frente a este café se situaba el antiguo convento de las Carmelitas Descalzas que se mando derribar allá por el 1810 y se abrió un espacio libre de edificios que fue la Plaza Santa Ana. Azorín bautizó al Café del Principe como «el solar del romanticismo castellano».

Y ahora, que tanto se discute de peatonalizaciones SI o NO, os cuento que la Plaza de Santa Ana fue la primera plaza peatonal de Madrid allá por 1.925.

Años más tarde, don Ramon y Cajal que gustaba de frecuentar los cafés en Madrid fue asiduo del café Suizo, donde durante muchos, muchos años fue uno de los integrantes mas dinamizador y famoso de sus tertulias.

Éste café que estaba en la calle Alcalá y hacia esquina con la calle de Sevilla, ahora es, como no, sede de un banco y en su época de mayor esplendor era frecuentado no solo por intelectuales, también asistían banqueros, gentes de la aristocracia, toreros y algunas damas que acudían a tomar una merienda de chocolate y bizcochos y como no, allí se comían los deliciosos SUIZOS, unos fantásticos bollos de leche que, al menos yo en mi niñez los he comido en distintos establecimientos de Madrid y, estaban exquisitos.

De este café salieron conspiraciones y se dijo que era el mentidero de la Villa de Madrid, Angel María Segovia escribió estos versos refiriéndose a los contertulios que lo frecuentaban allá por los años de Bienio Progresista de nuestro país, entre 1854 y 1856.

“Mira a dos calles,

Alcalá y Sevilla,

como los políticos

de quien es guarida

miran con dos caras,

cada cual distinta,

ora al moderado,

ora al progresista”.

Un inciso, quien piense que las franquicias es algo actual, es que ha leído poco porque los propietarios del Café Suizo, Pedro Fanconi y Francesco Matose se dedicaron a abrir en otras localidades españolas cafés con el mismo nombre de “el Café Suizo”.

Por cierto, al escribir sobre los bollos de leche he recordado las pequeñas ensaimadas de la castiza calle del Espejo, nada tienen que ver con el tema que trato pero no puedo por menos que contaros algo sobre ese sencillo dulce que se elaboraba de forma tradicional con manteca de cerdo.

Al entrar en el viejo local ya te envolvía un aroma que aun conservo en mi memoria y que creo que está asociado a mi infancia y nunca olvidare. Bajabas los escalones que desembocaban en una estancia oscura, solo alumbrada por bombillas que colgaban del techo, y te topabas con un mostrador de madera vieja y oscura que hacia la veces de barrera. Enfrente su inmenso horno del que, con largas palas de madera, sacaban las bandejas con la deliciosa especialidad del local.

Con gran destreza metían una larga pala de metal sobre la bandeja, aun quemando, y bajo la uniforme fila de pequeñas ensaimadas, te las despachaban tras espolvorearlas de forma enérgica azúcar glass y colocarlas en bandejas que envolvían con papel, que estaba colocado por tamaños en ambos laterales del mostrador. De unos grandes rollos extendían el estrecho cordón con el que cerraban el paquete, con gran soltura cortaban al tamaño justo con unas tijeras que aparecían de la nada y te dejaban un asa para llevarlo, ya te avisaban que si lo colocabas sobre la palma de las manos, a lo mejor, te quemabas que estaban recién sacadas del horno.

Que ilusos los empleados, no hacia yo mas que subir las escaleras y ya estaba diciendo a mis padres de abrir el paquete para comerme una ensaimada que me sabia a gloria.

Después a disfrutar de como mi padre me leía los innombrables nombres de los Reyes Godos, antes de visitar a la tía Antonia en la Plaza de Oriente y que siempre decía:

_“Estos ratones que roban ensaimadas sin darnos cuentan son demasiado listos. ¿A qué si pequeña Ani?”.

Bueno, siguiendo con los cafés y sus tertulias, claro que no todos serian amplios en metros cuadrados. Ni con dos niveles de alturas separadas por barandillas de madera torneadas.

Ni todos contarían con elegantes columnas donde esconderse, o muchos espejos y divanes, ni tendrían grandes y decoradas cristaleras por las que entrara la luz.

Pero, en todos ellos las mesas, casi siempre, de mármol acogían a contertulios diversos, algunos de ellos con escasos céntimos en sus bolsillos suficientes solo para algún café y, quizás ese café seria su cena en ocasiones o con suerte, si era invierno, un puñado de castañas ayudarían a saciar el hambre y el frio.

En aquellos cafés no faltaba la cigarrera, con su delantal blanco y su cajón de cigarrillos puros.

Por cierto, ¿venderían ademas de fósforos y tabaco aquellas cigarreras de los cafés de la mitad del siglo XIX también sal?

Me hago ésta pregunta porque este producto se vendió en España en los estancos hasta el año 1869. Y los limpiabotas ¿cuanto no habrán visto y oído de los asiduos de los cafés y sus tertulias?.

¿Y ahora?, no digo en esta maldita época del Covid 19, digo ahora refiriéndome a estos años que estamos viviendo.

¿Con quien intercambiamos opiniones?.

¿Qué espacio visitamos asiduamente donde sabes que encontraras una silla para integrarte en una conversación ya iniciada?

¿Qué lugar existe donde se pueda intercambiar opiniones con el que tiene mucho y el que nada tiene, con el estudioso y con el que que se puso a trabajar, con el joven y con el mas viejo, con el abogado del estado y con el cómico…?

No quedan espacios, igual que no queda tiempo para la lectura y en medio, se extiende el uso de las Redes Sociales. Es posible que éstas Redes alimenten el individualismo o, quizás ayuden a muchas personas a salir de su angustiosa soledad. Porque si, cuando la soledad no se busca se convierte en martirio y tanto entristece que la pena se dibuja en las caras.

Hoy muchos bohemios del siglo XIX y principios de XX quizás, vivirían en una autocaravana, como espíritus libres que eran, pero seguro que necesitarían de un lugar de encuentro, un lugar para exponer ideas y para respetar las que otros expresan, es probable que el lugar para algunos seria una pagina de Facebook pero, no seria posible con la intolerancia o arrogancia que demuestran algunos. Se trata de compartir, de aprender del que mas sabe, de ayudar al que quiere aprender, de callar cuando alguien te explica y, de ofrecer disculpas si ofendes. Dar las gracias si te elogian o valoran. Un abrazo de buenas noches queridos amigos que leéis mis reflexiones.

Ana L. Pose @subetealpaisaje

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