En la ribera del Baïse
Existen lugares que atrapan, que imantan la mirada, que te hacen sentir que estas viendo lo que soñaste ver.
Casas con carácter, ancianas como se dice por Francia a lo que es antiguo; detalles de las casas que nos cuentan que durante centenares de años permanecieron habitadas.
Contraventanas de madera, de esas que comento a menudo, poniendo color en fachadas de piedra por donde trepan rosales queriendo escapar de tijeras podadoras.
Callejuelas con la luz de media tarde asomando al otro extremo como si jugara con nuestro objetivo al escondite.
Bellos mercados con tejados de madera que ya quitaban calor y lluvia en siglos pasados.
Ventanas y puentes que se saben engalanados con mimo como otras primaveras y que coquetamente nos distraen la mirada.
Pozos que ya quitaban la sed hace siglos y en ellos sigue manando agua.
Puertas de murallas que se abrían para acoger al comerciante y se cerraban para no dejar pasar al enemigo.
Rios que se convierten en apellidos, Lot, Vézêre, Dordoña; aguas que pintan paisajes por donde pasan.
Coníferas y hayas nos han ido susurrando en cada curva que estábamos en puertos de montaña.
Tierras donde el grano y el maíz nos enmarcaban las carreteras.
Kilómetros y kilómetros acompañados de viñedos que un dia se dijo de ellos que daban mal vino y alguien dijo, pues haremos coñac, y nació el Armagnac.
Vegetación boscosas entre laderas de montaña que ya fueron habitadas hace 5000 años. Urbanizaciones prehistóricas que se situaban en cornisas asomadas al vacío y abajo el rio, ¡como para no inspirar a los que pitaron en la cueva de Lascaux!
Y entre tantos pueblos, tantos rincones siempre es necesario elegir; algunos pueblos ya conocidos nos vuelven a lanzar un guiño que aceptamos, otros los damos por ya visitados.
Y el viaje continua sin un claro rumbo, y recuerdo la frase que escribió un día Paul Theroux, “los turistas no saben donde han estado, los viajeros no saben donde van”.
Así que poco a poco vamos ascendiendo por tierras francesas dejándonos atrapar por lugares mágicos y por la cordialidad con las que nos reciben en muchos lugares.
Y paseando riberas como la del BaÏse y admirando su puente entre viejas construcciones de lugares como Nerac sabemos que llegamos a lugares que siempre recordaremos. Lugares que un día pasearon reyes como Enrique IV que vivió por cinco años en esta ciudad con su esposa Margot.
Descubrir antes de llegar a ese núcleo urbano el jardín de los nenúfares, el Temple-sur-Lot en el que se inspiró Claude Monet en su cuadro Nenúfares.
Feliz ruta viajeros y gracias por acompañarnos. @subetealpaisaje