Groenlandia, la cultura inuit

Domingos con historia

La isla mas grande del mundo es, Groenlandia. Y no, no vale Australia porque aunque cumple, a priori la premisa de estar completamente rodeada de mar, es también cierto que el continente australiano tiene su placa tectónica independiente lo que convierte esa superficie terrestre en un continente. Groenlandia sin embargo pertenece a la placa tectónica norteamericana.

Groenlandia se encuentra entre el océano Ártico y el Atlántico y es desde el año 1979 un país independiente de Dinamarca. Una isla cuya superficie de hielo perpetuo ocupa, en la actualidad, el sesenta por ciento del territorio. Es también un lugar donde habitan unas sesenta mil personas.

Al comienzo de su historia esta isla estaba habitada por los inuit, la traducción seria “ser humano”. Hombres y mujeres que llegaron desde Canada pero que antes, y por el estrecho de Berint, habían llegado desde la tundra ártica de la Siberia rusa. Esa migración fue posible por una glaciación, la llamada glaciación de Würm que permitió el paso de aquellos hombre por el mar hasta las costas de Groenlandia.

Si alguien puede acercarnos el alma de los inuit, ese es Knud Rasmussen o, como lo llamaban, el hombre al que precedía su sonrisa. Cuando falleció en 1933, Dinamarca lloró a su ultimo héroe. Él había sido arrancado de su tierra con doce años y llevado a Dinamarca para estudiar. Pero la lejanía de su tierra helada le causo pena y los estudios fueron un fracaso, repitiendo un curso tras otro. Su familia también viajaría con el tiempo a Dinamarca fue por ello que una vez acabado su periplo estudiantil volver a su tierra se convirtió en algo imposible.

Fue en el año 1900 cuando consiguió trabajo en un periódico y emprendió su primera expedición, en aquella ocasión le esperaba Islandia. Después, en 1902 volvió a Groenlandia para investigar. En aquella expedición deberían estudiar el estado de las relaciones entre Dinamarca y Groenlandia, recopilar material antropológico y estudiar la propia sociedad en aquel lugar tan inhóspito. Aquella expedición en la que participo Knud Rasmussen le sirvió para acercar la cultura inuit al resto del mundo. En su libro Mitos y Leyendas el autor nos acerca a un pueblo cuyas raíces sociales se adentran en el principio de los tiempos y donde nos acerca leyendas, fabulas, cuentos y la historia de un pueblo que habitaba la tierra de hielo. Os dejo el capitulo, “La aparición del hombre hace mucho, mucho tiempo”. (Ahora me parece que la película de Amanece que no es poco, no es tan irreal).

(…) Nuestros antepasados hablaron pródigamente del origen del hombre y del de la Tierra hace mucho, mucho tiempo. Ellos no sabían conservar las pala-bras en líneas, como hacen los hombres blancos; las personas que vivieron antes que nosotros solamente contaban. Y contaban muchas cosas, tantas que hoy conocemos todas estas historias, que hemos oído narrar una y otra vez desde nuestra infancia. Las ancianas no hablan sin ton ni son y creemos sus palabras. En la vejez no hay mentiras. Hace mucho, mucho tiempo, cuando aún no existía la Tierra, cayó de lo alto; tierra, montañas y piedras, de arriba, del cielo; así apareció la Tierra. Cuando apareció la Tierra, llegaron las personas. Cuentan que brotaron de ella. Unos niños muy pequeños surgieron de la tierra; salieron entre unos arbustos de sauce, cubiertos de follaje, y quedaron entre las ramas, pataleando con los ojos cerrados; ni gatear sabían. Su alimento lo sacaban de la tierra. Cuentan también de un hombre y de una mujer; pero… ¿cómo? Es mis-terioso. ¿Cuándo estuvieron juntos? ¿Cuándo crecieron? No lo sé. El caso es que la mujer cosió ropa de niño y echó a andar. Encontró a los pequeños, los vistió y los llevó a su casa. Así fue como hubo muchos seres humanos. Cuando fueron numerosos, quisieron perros. Un hombre salió con una correa de perro en la mano y empezó a patear la tierra al grito de “¡Hoc!, ¡Hoc, hoc!». En ese instante, empezaron a salir perros de montículos de tierra co-rriendo a todo correr; y se sacudieron bien, porque estaban llenos de arena. Así fue como los hombres consiguieron perros. Pero los hombres se multiplicaron; cada vez había más. No conocían la muerte hace mucho, mucho tiempo, y vivían muchos años; tantos que al final no podían andar, se quedaban ciegos y tenían que tumbarse.

Tampoco conocían el sol, vivían en la oscuridad; el día jamás clareaba. Solamente había luz dentro de las casas; quemaban el agua en lámparas. En aquellos tiempos el agua ardía. Pero los hombres, que no sabían morir, empezaron a ser tantos que colmaron la tierra; entonces el mar lo arrasó todo. Muchos se ahogaron y su número se redujo. Podemos ver huellas de esta gran inundación en las cumbres más altas, donde no es raro hallar moluscos. Cuando ya había menos personas, dos ancianas empezaron a hablar de esta manera: —¡Qué importa no tener día si así tampoco tenemos muerte! —decía una; se ve que eso de morirse le daba miedo. —No —replicó la otra—, ¡queremos ambas cosas, la luz y la muerte! Y según pronunció esas palabras, así se hizo: llegó la luz y llegó la muerte. Cuentan que cuando murió el primer ser humano cubrieron su cuerpo con piedras. Pero el muerto regresó, se ve que no sabía muy bien en qué consistía eso de morir. Asomó la cabeza y trató de subir, pero una anciana lo devolvió a su sitio de un empujón: —¡Ya llevamos mucho peso y nuestros trineos son muy pequeños! Se preparaban para ir de caza, de modo que el muerto tuvo que volver a su montón de piedras. Como los hombres ya tenían luz, podían salir a cazar y no tenían que seguir alimentándose de la tierra. Y con la muerte llegaron el sol, la luna y las estrellas. Pues cuando alguien muere, sube al cielo y empieza a brillar. Eso solían contar nuestros antepasados, que con sus relatos nos dieron sabiduría. (…) Narrado por Arnaaluk

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *