Domingos con historia
Estos días, dando un paseo, me fijé en dos tipos de herramientas para brindar o recibir información. La más grande y moderna es, como se puede observar en una de las fotos, una torre de antenas de comunicación. En esta en concreto, la mayoría de sus elementos son muy semejantes a los usados por el ejército.
La otra foto, representa una señal “de comunicación” que usan algunos “ganaerus” del occidente asturiano. Al preguntar, estos días, a uno de estos vaqueros me comentó que, esa piel colgada de chivo, al pie del camino, “les advierte a las vacas” que no pasen, que se den la vuelta.
Un poco sorprendía, pregunté.
_¿Qué motivo tendrían las vacas para no pasar por ver una simple piel colgada de un palo?
Encogiéndose de hombros, me dijo, con cierta sorna:
_Pero, ¡mira que os gusta preguntar a las de la capital!. _Según me lo decía, sonreía y de forma cordial me invitaba a escuchar sus explicaciones.
_Mira, las vacas ven mucho más que nosotros por las “veras”. Y si te colocas atrás de una vaca bajará la cabeza porque de esa forma ven aun mejor a todo su alrededor. ¿A qué no sabias eso? No me preguntes cual es el motivo por el que ven más con la cabeza “gacha”, ¡es así y siempre fue así!. Cuando pases junto a un grupo de vacas y quieras saber si alguna se está fijando en ti (aunque parezca que no te mire) tu fijate en como coloca sus orejas. “Elles” las mueven con mucha facilidad hacia todos los lados. Si la dirección que toma una, o las dos orejas, es hacia donde tú estás, es que la vaca se ha fijado en que estás allí. ¡Te tiene localizada!.
En ese momento, el hombre me miro y comenzó a reír, creo que me imaginaba, a partir de ese momento, “observando las orejas de las vacas”, y siguió explicando:
_Si hace viento con solo mirar a las vacas sabrás de donde sopla. Ellas, las vacas, siempre dan “el culo al aire”. Eso tampoco lo enseñan en los colegios de pago, ¿a qué no?
Según me decía esto último guiño un ojo, como diciendo, “está si que es buena”. Y siguió dándome una clase magistral sobre vacas. Mientras, apoyaba su cuerpo sobre sus manos que descansaban sobre una buena vara de avellano, hincada firmemente en la hierba húmeda.
_Y ¿sabias que a las vacas no les gustan nada las cosas colgadas? Aunque sea una simple cinta del pelo, ellas la evitaran. Tampoco les gustan las cosas que puedan ser movidas por el aire, intentaran no pasar cerca y marcharan. Y claro, es entendible. Ellas solo comen hierba pero, a su vez, pueden ser presa de alimañas, mejor evitar el peligro. Deben pensar cuando ven la piel de chivo, ¡PELIGRO! “A este chivo se le comió el lobo”. Mejor no pasar de este lugar. Esto último me lo decía sacudiendo, enérgicamente, una de sus manos que, liberó de la vara de avellano.
Después de un buen rato hablando me despedí de Víctor Manuel, así se llamaba. Me explicó que a su madre le gustaba mucho ese cantante asturiano y por eso le puso ese nombre, aunque a su padre no le hizo gracia.
Al despedirnos el ganadero se subió a su todo terreno, antes me dijo, que en dos días volvería con un hermano suyo a “contar” sus vacas y me invitó para que les acompañara. Sin dudarlo, le dije que sí y hoy fue el día que fuimos a comprobar si estaban todas.
No os creáis, es cómo hacer una ruta senderista. Estás en lo alto de un puerto de montaña recorriendo las brañas. Una vaca está aquí, la otra cien metros más adelante, otras tres en un claro inclinado del prado, en la cuesta abajo. Otras el camino hacia delante…
Y allí estaban los dos hermanos cantando lo que pone en el pendiente de cada vaca, crotal para los entendidos. Así dicho no parece nada anormal pero amigos, Victor Manuel gritaba:
_Sirga, número de pendiente 0735, junto al abrevadero.
A su hermano Miguel también le escuchaba:
_Paca, “la negra”, número…, por los helechos de la antena. La Morica, con número…, junto al camino de Casa Emilio.
_Miguel, aquí junto a la finca de Jacinto están, la Rubia, la Torda y la Fresona, los números…
En ese momento yo ya no podía parar de reír. Pregunté a Manuel que quien ponía los nombres a las vacas y me miró muy serio y “díjome”:
_Pues los nombres se los pongo yo, no pensarás que las llevo a bautizar a Santa Cristina de Lena… En ese momento, los dos reímos a carcajadas y Miguel, su hermano, que había oído la explicación se unió en una risa contagiosa. Y así “finamos” de contar “les vaques”.
Las ventajas de viajar e intentar ser una más en el entorno que se visita brinda estas anécdotas. Hablar con los paisanos y poner en valor su trabajo es muy gratificante, al menos, para mi.