Lugares que nos acogen.
Lugares que nos invitan a quedarnos. Donde al despertar solo se escucha a pájaros y a ranas. Esos pueblos que cuando aparcas eres saludado por sus paisanos que se acercan para comprobar si conocen al forastero. Y preguntas, ¿qué tal todo?. Y te contestan: que en verano “represan” el río y por eso hasta tienen piscina. Por si queremos quedarnos.
Y como estamos tierras arriba del Duero preguntamos por el lobo. Nos dicen que está, más cerca de lo que pensamos, pero nunca hizo un ataque a humano.
Y preguntamos si llega el panadero todos los días y al escucharlo, dos mujeres nos miran. Una de ellas nos dice: si necesitan pan para la cena les traigo de casa una barra. Le damos las gracias y le contestamos que no. Que la pregunta era porque al ser el acceso tan estrecho queremos evitar cruzarnos con una furgoneta de reparto. Y, un hombre, el más joven, nos contesta: no tengan problemas, marcha atrás también se llega. Pueblos fronterizos que practican el verbo acoger. Gentes que agradecen tener una pizca de cobertura de teléfono. Gentes que viven el medio rural con malos accesos. Gentes que, en muchos pueblos, ya no tiene médico. Gentes que aman su tierra.Mujeres que al sentarse a la puerta, de lo que un día fue el ayuntamiento, recuperan sus rutinas, y al verte esbozan una sonrisa. Gracias