Una mirada muy personal
Volver al museo Thyssen es siempre una gozada, hacerlo junto a Rubén y acompañando a unos buenos amigos es, sencillamente, un plan perfecto. Por cierto, en la visita también estuvo #MiMiguelon
La suerte de repetir visita, no se yo las veces que he recorrido las salas del palacio de Vallehormosa, es que una ya puede visitar con más detenimiento aquellas obras que más le gustaron, o aquellas otras que pasó por alto. Bueno, es posible también que alguno de los cuadros de la colección permanente esté prestado, fue el caso del “Mata Mua” de Paul Gauguin: Una pena porque, sin dudarlo, es mi cuadro preferido, pero bueno, soy afortunada; lo vi por vez primera en el año 1989, en el museo Reina Sofía, la última vez el 18 de febrero de 2022, recién regresado a España desde Andorra, donde se encontraba en un búnker. ¡Madre mía! Aun había que utilizar mascarillas.

Eso sí, este 2 de enero del recién estrenado 2025, me esperaba la obra “La habitación de hotel” de Edward Hopper, el pintor de la soledad. Si eres viajera, algún día seguro que te has encontrado como la joven del cuadro. Una se sienta en una habitación de hotel, sin deshacer las maletas, abre la ventana para sentir algo de fresco en una tarde de calor, se descalza, se pone cómoda y decide mirar el trayecto del próximo día… También de Hopper se puede disfrutar de “Muchacha cosiendo a máquina”. La que no encontré fue “Árbol seco y vista lateral de la Casa Lombard”.

Otro de mis cuadros preferidos en este museo es fruto de los pinceles de Prendergast, “Playa de St Malo”. Fue pintado en los primeros años del siglo XX y para mi, es toda una explosión de color. Su autor en aquellos años se expresaba así respecto a los baños de sol: «Quitarse la ropa y tumbarse todo lo largo que uno es sobre la arena, expuesto al viento y al sol, es la sensación más agradable que conozco en un día de primavera. Incluso en los fríos días de marzo uno se da poca cuenta de la fuerza de penetración del sol en el cuerpo».

Creo que no me equivoco al decir que conté hasta siete cuadros de Prendergast, suficiente para comenzar a admirar la obra de este artista.
Y, hablando de playa, no podía faltar en mi visita pararme a admirar la obra de Winslow Homer, quizás uno de los pintores americanos que mejor ha pintado el mar. Os recomiendo el cuadro “Escena de playa”, pintado en 1869. También en el Thyssen podréis admirar otro cuadro de este autor, “Retrato de Helena de Kay”, una obra recreada en el interior y donde el color se apaga y el negro ocupa la escena. De esta mujer pintada, se dice que fue el gran amor de Homer. Ella se casó con un editor de la época en que fue pintado el cuadro, en los primeros años 70 del siglo XIX.

Y si habéis visitado Baviera, el pequeño pueblo de Murnau, seguro que al situaros frente al cuadro “Murnau, casas en el Obermarkt” veréis que el gran Kandinsky inmortalizó el lugar perfectamente, allá por el año 1908. Un pueblo en el que el pintor ruso viviría junto a la pintora alemana Gabriele Münter hasta que estalló la Gran Guerra. En el Thyssen hay varias obras de este autor y de ellas otra de mis preferidas es “La Ludwigskirche en Munich”. Y es que para mí, ver como el autor pinta en los primeros años del siglo XX una procesión, con ese abanico de colores, fue desde que descubrí el cuadro como deshacerme de un velo negro que no me permitía ver el color en los cuadros religiosos.
Por cierto, de Gabriele Münter, una gran representante del expresionismo, hay una exposición en el museo hasta el 9 de febrero.

Recorriendo la salas, fui en busca de un cuadro que siempre me obliga a situarme frente a un caserío desordenado. Un lugar donde destaca un tejado rojo sobre un paisaje de campos de cultivo mecidos por el viento, el mismo viento que mece las ramas de los árboles y con un cielo, que solo podía pintar así Vincent van Gogh. Al ver la obra “Les Vessenots en Auvers” una se imagina al autor, el que llegó a pintar 800 cuadros en su corta carrera pictórica, plasmando la escena, enfrascado en el color y la yuxtaposición de los trazos de sus pinceles. Toda una locura, para lograr plasmar lo que le rodeaba sacando el caballete al exterior, sintiendo el viento, el calor, el frío… Pasando el artista a formar parte de la propia naturaleza que pintaba.

Y hablando de color, pude disfrutar de una exposición temporal de Peter Halley, cuyas obras estarán expuestas hasta el 29 de enero de este año recién estrenado. Su obra es toda una explosión de color, de pronto, al verla, recordé que ya había visto su obra en una exposición también temporal que se hizo en el museo Reina Sofía. Al llegar a casa rebusqué en mis cuadernos de notas, y fue en el año de las olimpiadas de Barcelona y de la Expo de Sevilla, pareciera que todo pasaba en aquel 1992 por tener cabida en nuestro país. Tampoco se quiso perder el momento el artista americano.

Otra de las obras en las que suelo detenerme cuando visito el Thyssen es “Luna sobre Alabama” de Richard Lindner. Es esta una obra donde el autor puso de relieve los conflictos raciales de toda una época. En 1963, año en que fue pintado el cuadro, el gobernador del estado de Alabama quiso prohibir la entrada en la universidad a dos estudiantes negros, aquello fue el comienzo de un movimiento en pro de los derechos civiles de la población de color. Este cuadro, marca la indiferencia entre dos personas de distinta raza que se cruzan caminando y ambas se ignoran.

Y hay una sala en la que me gusta detenerme, no solo para admirar un cuadro, me gusta pararme para escuchar lo que dicen algunos de los que se sitúan frente a la obra “Sin título (Verde sobre morado)”. Os invito a pasaros por la sala 47 y a situaros frente a la obra pintada por Rothko, en el año 1961. Es un cuadro grande, que no pasa inadvertido. Yo me he puesto frente a él en varias ocasiones y no sé describir lo que me transmiten sus colores, no puedo ver cómo ha sido extendido el color. Os invito a que saquéis vuestra propia conclusión.

Y cómo no, en esta visita también me detuve ante “Composición de Colores, Composición número 1”, de Mondrian. No pasé de largo ante “Marea baja en Varengeville”, uno de los más de 30 cuadros que pintó Claude Monet en su estancia en Normandía, allá por el año 1882.
“La bailarina verde” de Edgar Degas, el pintor del ballet, también atrajo mi atención.
Y mientras se recorren algunas de las salas del Thyssen, se puede disfrutar con el volumen y el blanco inmaculado de las esculturas de mármol de Rodin, donde cabe destacar Cristo y la Magdalena, por ser la única que trata temas religiosos. Y, durante ese recorrido, se pueden admirar obras, casi 1000, con firmas tan destacadas como Miro, Picasso, Dali, Manet, Cézanne, Paul Klee, Lichtenstein… Obras para disfrutar del color, de las composiciones, de las vanguardias, en definitiva del arte que se encierra en el Thyssen.
Y ya que se visita este museo, merece la pena llegar hasta el Café Gijón y disfrutar del lugar.
Es una suerte para España y en concreto Madrid, tener el legado del barón Von Tyseen, mediante la administración de nuestra Tita Cervera.
Tienes toda la razón, un autentico lujo poder disfrutar de un museo con esa calidad de obras. Gracias por comentar.