El dodo, Gerald Durrell y los animales.

La primera vez que me interese por el dodo fue leyendo a Durrell, a Gerald Durrell y hace ya muchos años. No confundir con su hermano, el escritor Lawerence Durrell.

Me encantaba leer sus aventuras en la isla griega de Corfu y luego libros como Murciélagos dorados y palomas rosas. Son de esos libros que se leen, prácticamente de tirón.

En su visita a la isla Mauricio nos acerca, entre otros animales, al dodo. Ese ave que había acabado con su capacidad para volar. Paseaba y comía y a medida que engordaba, más se paseaba contoneándose y hasta hacia sus nidos en tierra.

En la isla no había depredadores que pudieran ser un peligro para él, ni para otras especies como, lagartos y tortugas que crecieron y crecieron. Pero la llegada del hombre a aquellas tierras trajo su extinción y también la de otras especies como el manatí de los arrecifes, la tortuga gigante de Mauricio o de Rodrígues.

La extinción del dodo, a finales del siglo XVII, se ha convertido en el arquetipo de especies que se extinguen a causa del ser humano. Y el dodo es quizás, junto con los dinosaurios, el animal del que todos tenemos su imagen en la cabeza. Sir Thomas Herbert en el año 1.627 escribió sobre la extinción certera del dodo.

“Tiene un semblante melancólico, como si fueran sensibles a la injusticia de la naturaleza al modelar un cuerpo tan macizo destinado a ser dirigido por alas complementarias ciertamente incapaces de levantarlo del suelo.”

Y Gerald Durrell, puso una escultura de un dodo en la entrada a su Zoo de Jersey. Como imagen que simboliza a un lugar destinado a salvar y conservar especies en peligro. El naturalista en su libro Stationary Ark, hablaba de las bases de un zoológico en el siglo XX.

Primero, ser una reserva de especies en peligro de extinción.

Segundo, educar a los ciudadanos en el respeto a la vida salvaje.

Tercero, la mera contemplación de animales exóticos no es la función de un zoológico.

Cuarto, “un animal solo debe estar en un zoológico como último recurso, cuando todos los esfuerzos para salvarlo en su entorno hayan fallado.

Gerald defendió que, “los lugares donde estén las especies en el zoo primero deben satisfacer la comodidad y seguridad del animal, después del cuidador y, nunca se debe anteponer la comodidad de los visitantes”.

El zoológico de Jersey fue el primero en solo hospedar animales en vías de extinción para después volver a ser introducidas en sus hábitats. Algo que le trajo verdaderos quebraderos de cabeza y enemistades con otros directores de zoológicos tradicionales.

Por tanto, al menos para mi, todo no es es ni negro ni blanco. Y lugares como el que se empeñó en abrir el naturalista Gerald en la isla de Jersey son de aplaudir. La lastima es que no podemos admirar al dodo ni a otros especies, como, el colobo rojo de Miss Waldron. Tampoco el delfín del río Yangtsé. Ni la foca monje del Caribe o el El Cuanta de Sudáfrica… Y claro, como no, los dinosaurios.

Faltan naturalistas y sobran intereses económicos que acaban con especies animales o con reservas forestales. Respetar el hábitat es algo que está en nuestras manos, en la de todos.

Gracias Gerald por hacer posible tantas tardes leyendo tus aventuras con animales, primero insectos en cajas de cerillas y por último describiendo el transporte en aviones de animales amenazados.Gracias por tu compromiso con el medio natural y los animales.

Y espero que aquellos que tienen como función salvaguardar los espacios naturales sean algo más coherentes. Qué en algunos espacios naturales de nuestro país pareciera que el único peligro viene de la mano de las Autocaravanas, por cierto, vehículos que tienen todo lo indispensable para que los residuos no queden en el entorno. Parece que el trasiego de 4×4, las motos de trial… No molestará a la fauna. En fin, felices rutas.

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